lunes, 16 de diciembre de 2013

CARTA ENCONTRADA EN EL BOSQUE - Relato Corto N#9


CARTA ENCONTRADA EN EL BOSQUE

   Me acuerdo cuando Samanta hablaba, no paraba de gritar diciendo que su novio vendría a salvarla..., pobre ingenua.

   Me pregunto cómo lo iba hacer, digo, estando en un sitio abandonado a más de 700km de la ciudad.

   Pero esas son sandeces, cosas que no debería contar...

   Yo la amaba, velaba por ella siempre, desde la secundaria. Me encantaba verla sonreír, me encantaba oírla reír, decir cada cosa con emoción. Pero claro, yo era sólo su amigo, su mejor amigo, ¿qué más decir? Es otra historia cliché de amor no correspondido.

   Yo no contaba con que mis pensamientos se salieran de control después de un tiempo y todo derivara a una obsesión, aunque eso sigue siendo cliché. Me importa un comino.

   Le dije dulcemente cuando la llamé a su ventana “Samanta, vamos”. Ella bajó y preguntó adónde iríamos, yo le dije “a un sitio especial”. En realidad yo pensaba confesarme y dejarlo todo por la paz, pero una vez más, mis pensamientos se salieron de control.

   La dejé inconsciente después de tocarle un punto de presión en el cuello; yo sólo me limitaba a observarla, de pies a cabeza; a abrazarla.

   “Esto no tiene por qué ser así” Me dijo ella, luego de encontrarse amarrada en un sitio desconocido.

   Yo miraba al suelo, todo el tiempo miraba al suelo mientras ella hablaba. De un momento a otro me la quedé mirando fijamente.

   Sentí cómo sus latidos se iban haciendo más rápidos con cada paso que daba hacia ella, eso me ponía, no puedo negarlo.

   Cuando toqué su carita delicadamente, tomé fuerzas y le dije lo mucho que la amaba. Pero ella sólo lloraba, no puedo culparla, no sabría lo que pasaría más adelante, la incertidumbre la hacia llorar.

   Fue entonces cuando vio un cuchillo guindado en mi cintura, se puso histérica, pataleaba, gritaba, lloraba.

   Utilicé ése mismo cuchillo para cortar la soga que la ataba, abrí una diminuta herida en mi mano y otra en la suya, la tomé de la mano, y le dije que se tranquilizara.

   Llegamos a cierto sitio, y la miré frente a frente, mientras sentía cómo la sangre destilaba de ambas manos, juntas, juntas para siempre...

   Y una y otra vez seguí repitiendo palabras en mi cabeza, no sabía por qué lo hacía, simplemente frases, recuerdos, unos tras otros. Una lágrima cruzó por mi mejilla.

   Le dije, “no utilizaré esto más”. Mientras lanzaba lejos el cuchillo que sostenía en mi otra mano; noté que ella lanzó un suspiro de alivio.

   Éstas palabras las escribo mientras ella aún está a mi lado.

   En unos momentos saltaremos al acantilado de al lado.

   Oh, creo que ella leyó eso, se está asustando.

   Te amo Samanta.

Por siempre juntos.