miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL PAYASO | Relato Corto N#11



EL PAYASO

El payaso asesino cuenta las navajas, las limpia. Le gusta sacar los pequeños coágulos que se forman después de una noche de trabajo.

El payaso asesino coloca los elementos necesarios, para cumplir su rutina una vez más. El payaso asesino se enfrasca en Beethoven mientras con la uña a través del pañuelo que sostiene limpia la sangre seca del filo.

El payaso asesino siente un escalofrío en la nuca, mientras la música va in crescendo…, y se derrama el alcohol de la emoción. El payaso asesino ahora enfureció. Limpia las navajas ahora sin dilación, con su traje, pues a éste le cayó alcohol. Brebaje marroncillo que en realidad no hace nada más que hervir la sangre dentro del vivo.

El payaso asesino piensa que no hay mejor limpiador que el ron. Compra una botella todos los días, después del trabajo, en el supermercado de 24 horas. Se sienta a pensar un rato mientras fuma un cigarrillo y se toma media botella, para luego empezar de nuevo con su faena.

El payaso asesino deja la ropa tirada, se mete en la ducha. Y mientras la sangre seca en su piel se combina con el maquillaje haciendo pinturas abstractas en el lienzo blanco del baño Beethoven está a todo volumen, las partes se hacen más rápidas; el payaso asesino gime de emoción y se ríe, extendiendo sus manos hacia arriba, incrementando el arte del baño.

El payaso asesino se seca y se acuesta, desnudo, y recuerda todo lo que ha hecho en sus años de experiencia. Cómo matar, malograr, cortar, mutilar, despellejar, degollar,  guillotinar. Con distintas navajas, distintos estilos. “El truco está en la muñeca” Dice para sus adentros, explicándole a un hijo imaginario justo después de cerrar los ojos. 
 
El payaso asesino se levanta de la cama, se mira al espejo, no hay maquillaje alguno, puede ver las marcas del pasado del trabajo. El payaso asesino camina por la casa, mientras la nutria se encoge y tiembla por el frío de la nevera, coge una tarta y se dispone a comerla.

El payaso asesino detalla su casa, un pequeño apartamento cercano a la terraza, con colores oscuros y pinturas de más payasos. Una mesa frente a la puerta de entrada y la habitación hacia un lado. Lado derecho, en frente el baño. En la mesa guarda sus instrumentos de trabajo.

El payaso asesino hizo algo que no estaba en su rutina. Se dispuso a pensar más allá del trabajo, parado frente al retrato de una familia de hace años, en un circo maltrecho, al lado de otros payasos.

El payaso asesino se cansó de la rutina. Beethoven ya no divierte, ahora es una agonía. Es hora de contar varios pasos hacia atrás, ver el pasado pasar sin poder pisar. Y se estanca en un llanto combinado de risa. El payaso asesino encontró una nueva melodía. Sintiendo de nuevo ese escalofrío en la nuca cuando el in crescendo de sus lágrimas se convierte en una catarata que inunda la habitación de más ambientes tensos, el payaso asesino no va a contar el cuento.

El payaso asesino caminó hacia una gaveta, tomó un revólver del fondo y lo apuntó dentro de su boca. “Esto no es mi estilo”, pensó el payaso asesino, arrojando el arma por la ventana, y viendo atrás el brillo de un filo.

“La navaja que guardaba, que nunca he utilizado” El payaso asesino ahora contrariado, se encuentra mirando la pared en busca de un abrazo, y vuelve a ver al pasado como si nada hubiera importado.

El payaso asesino se cansó de la rutina, piensa, “es hora de cambiarla”.

Ahora el payaso suicida se encuentra mirando al espejo. Mientras alza sus manos en alto, ahora está viendo el arma blanca. Empieza a temblar de locura, a reírse de su propio llanto. “Será como pelar una manzana” Se dijo para sus adentros.

El payaso asesino hincó la navaja en su cuello.