miércoles, 24 de agosto de 2016

AMBIGUOS | Monólogo N#19



AMBIGUOS

Los poetas somos sólo unos tristes individuos.

Lejanos, como el tiempo, como el pasado.

Nos enfrascamos en la vida, pero tanto, que amamos sin darnos cuenta, incluso las cosas más insignificantes.

Podemos amar un conjunto complejo y completo de cosas y circunstancias, y a la vez, amarlo pieza por pieza.

Podemos amar cabello por cabello, en un conjunto de ojos, en una nariz perfilada.

Podemos amar en un conjunto que forma parte del complejo, podemos amar en la cabellera completa.

Los cabellos ondulados.

Y cuando nos caemos, nos recuperamos, porque al caer realmente no desfallecemos.

Sino que continuamos escribiendo, poetizando, amando la vida, y poniéndonos tristes por lo injusto de ésta.

Y al estar abajo, escribimos, y cuando estamos arriba, de igual manera nos fundimos en el papel.

Mientras la tinta se confunde con sangre y se combina con el humo.

Los papeles son impresos de tinta y nicotina.

De lágrimas.

De situaciones extrañas y abstractas.

Y seguimos preguntándonos, ¿cómo escribir más?

Es un asunto sin respuesta, eso sólo viene y ya está.

Y seguimos amando.

Y seguimos armonizando.

Y nos seguimos callando todo, y al escribir, lo gritamos.

¡Gritemos cada uno de nosotros! A la vez.

Dejemos al universo escuchar nuestra voz.

La voz de los poetas.

De los tristes.

De los que se funden, y de los que suben y bajan en un mismo momento.

Cuán confuso es todo, ¿te das cuenta? Pero eso no importa.

En materia final, es muchísimo mejor caer en cuenta de nosotros mismos.

No importa lo confusos, estrambóticos o melancólicos que seamos.

Al fin y al cabo, es divertido, ¿no es así?

Cuando las letras bailan y nos desnudamos ante ellas.

En conclusión, es entretenido, ¿verdad que sí?

Y danzamos alrededor de ellas causándonos más tristeza y regocijo al mismo momento.

Y es que, escribir es sólo dar con el momento justo, en el tiempo exacto, cuando la circunstancia está dada.

Nos ensordecemos cuando no podemos concluir una idea y la alargamos, en ocasiones la rimamos, y luego, la cerramos.

Porque, en algún momento tiene que hacerse.

Porque escribir es como la vida misma, está llena de cierres.

Pero depende del cierre, y algunos no son absolutos.

Lo cual hace mucho más interesante la escritura.

Y en realidad, hace mucho más placentera la vida.

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