RESPUESTA
¿Y si en realidad nunca muriéramos? ¿Y si en realidad después de la supuesta muerte siguiéramos vivos? ¿Qué pasaría? Siguiéramos tal y como estamos, sólo que traspasando paredes cual fantasma de historia de terror barata.
-¿Es tarde para hablar? -Pregunto.-
-No lo es.
-¿Es tarde para decir “lo siento”?-Pregunto.-
-Quizá no.
Luego de tantas preguntas. ¿Cuáles respuestas son verdad y cuáles son mentira? ¿Moriremos algún día? ¿Moriré yo algún día? No sé.
-No sé.
-No sé.
-No sé.
“No sé”. Es todo, una palabra abstracta. ¿Muerte? No sé. ¿Por qué siempre tengo tantas preguntas? ¿Por qué la vida está llena de incógnitas?
-No lo sé; me declaro enemiga total de las preguntas.
¿Por qué tal enemistad? Pensé primero que era muy infantil. Me reí mucho, después lloré. ¿Moriré?
-No sé.
¿Por qué todo es así? ¿Por qué tantas preguntas? Repetitivas como siempre lo fueron, cansantes, agobiantes, obstinantes.
-No sé.
¿Esa siempre será la respuesta a todo? Como escuchar un disco rayado dentro de una grabadora dañada. ¿Podrías matarme?
-No.
Oh, una nueva respuesta. Esto es tan extraño..., ¿Por qué?
-Porque te amo.
Respuestas que aceleran el corazón, palabras profundas manchadas y disfrazadas de superficial sequedad y frialdad de cicatrices del pasado.
-¿Qué pasado?
¿Por qué ahora preguntas sobre “pasado”? No, no estoy hablando de “ese” pasado. ¿Qué pasará?
-No lo sé.
Hemos vuelto a las respuestas repetitivas, a la rutina del café por las mañanas acompañado de un “buenos días” lleno de la misma frialdad. ¿Cuál es la solución?
-..., Tiempo.
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