CARTA
ENCONTRADA EN EL BOSQUE
Me
acuerdo cuando Samanta hablaba, no paraba de gritar diciendo que su
novio vendría a salvarla..., pobre ingenua.
Pero
esas son sandeces, cosas que no debería contar...
Yo
la amaba, velaba por ella siempre, desde la secundaria. Me encantaba
verla sonreír, me encantaba oírla reír, decir cada cosa con
emoción. Pero claro, yo era sólo su amigo, su mejor amigo, ¿qué
más decir? Es otra historia cliché de amor no correspondido.
Yo
no contaba con que mis pensamientos se salieran de control después
de un tiempo y todo derivara a una obsesión, aunque eso sigue siendo
cliché. Me importa un comino.
Le
dije dulcemente cuando la llamé a su ventana “Samanta, vamos”.
Ella bajó y preguntó adónde iríamos, yo le dije “a un sitio
especial”. En realidad yo pensaba confesarme y dejarlo todo por
la paz, pero una vez más, mis pensamientos se salieron de control.
La
dejé inconsciente después de tocarle un punto de presión en el
cuello; yo sólo me limitaba a observarla, de pies a cabeza; a
abrazarla.
“Esto
no tiene por qué ser así” Me dijo ella, luego de encontrarse
amarrada en un sitio desconocido.
Yo
miraba al suelo, todo el tiempo miraba al suelo mientras ella
hablaba. De un momento a otro me la quedé mirando fijamente.
Sentí
cómo sus latidos se iban haciendo más rápidos con cada paso que
daba hacia ella, eso me ponía, no puedo negarlo.
Cuando
toqué su carita delicadamente, tomé fuerzas y le dije lo mucho que
la amaba. Pero ella sólo lloraba, no puedo culparla, no sabría lo
que pasaría más adelante, la incertidumbre la hacia llorar.
Fue
entonces cuando vio un cuchillo guindado en mi cintura, se puso
histérica, pataleaba, gritaba, lloraba.
Utilicé
ése mismo cuchillo para cortar la soga que la ataba, abrí una
diminuta herida en mi mano y otra en la suya, la tomé de la mano, y
le dije que se tranquilizara.
Llegamos
a cierto sitio, y la miré frente a frente, mientras sentía cómo la
sangre destilaba de ambas manos, juntas, juntas para siempre...
Y
una y otra vez seguí repitiendo palabras en mi cabeza, no sabía por
qué lo hacía, simplemente frases, recuerdos, unos tras otros. Una
lágrima cruzó por mi mejilla.
Le
dije, “no utilizaré esto más”. Mientras lanzaba lejos el
cuchillo que sostenía en mi otra mano; noté que ella lanzó un
suspiro de alivio.
Éstas
palabras las escribo mientras ella aún está a mi lado.
En
unos momentos saltaremos al acantilado de al lado.
Oh,
creo que ella leyó eso, se está asustando.
Te
amo Samanta.
Por
siempre juntos.